Quizá
no todos los profesores estemos de acuerdo en esto, pero creo que una
de nuestras tareas más importantes a desarrollar es la tutoría con
nuestros alumnos. Dicha tutoría puede hacerse de manera oficial,
cuando eres el tutor de un grupo concreto, o de manera más informal
con el resto de tus alumnos de todas las clases.
Cada
grupo de alumnos tiene asignado un tutor, el responsable primero de
las relaciones con la familia, el intermediario entre el alumno, la
familia y los distintos profesores. Es el que suele conocer los
problemas y situacines familiares, y el que suele estar informado de
la marcha del alumno en las diversas asignaturas. También es el que
aconseja a las familias sobre el futuro educativo del alumno.
Pues
bien, soy tutor de un grupo y mantengo reuniones con las familias a
petición de las propias familias, del resto de profesores o de “motu
propio”. Y en esas reuniones es cuando muchas veces te sientes
impotente ante los problemas.
Ayer
tuve una reunión con una madre. Quería hablar con ella porque su
hijo, llamémosle Karl, no trabaja casi nada, está repitiendo y
vuelve a llevar casi todas suspensas. Es un buen chico, se lleva bien
con todo el mundo y, cuando está alegre es divertido, extrovertido y
participativo. Pero de vez en cuando se transforma y se vuelve
retraído. En cualquier caso, trabaja muy poquito, por lo que los
resultados académicos son más bien malos.
La
mujer vino a hablar conmigo y yo le transmití mi inquietud de que si
no cambiaba y estudiaba más, al encontrarse repitiendo pasaría de
curso, pero con casi todas las asignaturas pendientes y eso
seguramente sería haber tirado a la basura académicamente los dos
últimos cursos. Ella me miró y comenzó a contarme. Y se emocionó. Y yo también.
El
resumen es que llevan pasando un año y medio muy malo, y todo
comenzó cuando metieron preso al padre de Karl. El chico no lo ha
encajado aún y cuando va a verle cae muchísimo su ánimo, pero
cuando no va le echa de menos. Como él dice:"es mi papi". Ahora, ni siquiera saben si al padre
lo van a deportar, o extraditar, o lo que sea, a una cárcel de su
país de origen, llamémosle Bolivia. Por un lado, las condiciones de
aquéllas cárceles son mucho peores que las nuestras y, por otro
lado, dejaría de verle por un tiempo muy largo. No saben qué hacer.
Viven
juntos la madre, mi alumno, y otro hermanito pequeño, de menos de
tres años.
Y
yo pienso en lo difícil de algunas vidas infantiles aquí al lado
nuestro. Mi alumno, al que he decidido llamar Karl y hacerle
boliviano para preservar su identidad, no deja de ser un niño. Un
niño de 1º de ESO, un niño de 13 años, con una vida difícil, con
problemas de los que él prefiere no hablar con nadie, ni siquiera
con su madre.
Y
en cambio, yo tengo varios hijos, pero uno casi de esa misma edad, al
que quiero con locura y se lo hago saber cada día. Al que abrazo, y
al que beso cada día cuando se acuesta. Un hijo que me pregunta
cosas, que ve conmigo el partido de fútbol de nuestro equipo, un
niño al que ayudo con los deberes si lo necesita y un niño al que
acompaño los fines de semana a jugar sus propios partidos.
Y
mi hijo va bien en el cole, y yo me alegro un montón. Y Karl va muy
mal en el cole, y a mí me da mucha pena. Y hablo con él. Y no sé bien qué hacer......