Ayer
me encontré con un antiguo alumno y, como tantas otras veces, me
encantó. La razón es que nuestros alumnos son el fruto o el
resultado de nuestro trabajo y siempre te preguntas si aquel alumno
que tuviste estudiaría al final aquella carrera, qué tal le iría
en la vida, vencería su extrema timidez, mantendría aquellos amigos
maravillosos,... Y, porqué negarlo, ¿recordará con cariño su
paso por nuestro instituto? Y hasta ¿y por mis clases?
Por
eso, mi consejo es que si alguna vez usted ve a un antiguo profesor
(al que no odiase, claro....) le salude, hable con él, le recuerde
aquel tiempo.... le hará un favor.
Bueno,
mi alumno me insistió en que algunas cosas que yo le había enseñado
le habían venido muy bien en los primeros cursos de la Universidad
(yo pensé, claro, si no no enseñaríamos eso, pero....) y entre los
dos brotó de nuevo un sentimiento de afecto. Fue un reencuentro
bastante agradable.
Mi
comentario de hoy es porque, aunque a veces lo neguemos, nos importa
mucho lo que opinen los demás de nuestro trabajo, de cómo lo
hacemos, de si sabemos o no transmitir nuestros conocimientos,
aficiones, etc. Aunque lo desarrollaré en otro comentario, no está
de más recordar que nosotros, los profesores, nunca trabajamos “con
iguales”, siempre trabajamos con alumnos y nadie más que ellos
saben de verdad cómo lo hacemos.
Y
en este momento al escribir sobre lo que los demás piensan de
nosotros me he acordado de un chiste que cuenta uno de mis hijos:
Dice
que se encuentran en un funeral tres grandes amigos despidiendo a
otro compañero más y, tras el sermón del sacerdote la emoción les
invade. El cura acaba de relatar las bondades del finado y ellos no
pueden más que estar de acuerdo.
El
primero de los amigos comenta lo bonito de la despedida y añade que
a él el día de su funeral le encantaría que los demás dijesen que
era un gran amigo, un buen trabajador, en resumen,una buena persona.
El segundo amigo comenta que a él lo que más le gustaría es que en
su funeral dijesen que deja una familia estupenda, que se ve en sus
hijos todo lo que él ha sembrado y que siempre se acordarán de él.
El
tercer amigo sigue callado y cuando le preguntan que querría que
dijesen los demás en su funeral contesta que le encantaría que
dijesen: “Eh! Parece que se mueve, no, se mueve, se está
moviendo.......”
No hay comentarios:
Publicar un comentario