Todos
sabemos que la utilización de los premios y castigos, o los
refuerzos positivos y negativos funcionan para conseguir algunas
cosas y, desde pequeños, estamos acostumbrados a ello. Y es
natural. El problema con los adolescentes es cuando el castigo se
convierte en el único arma.
El
otro día una madre me decía que ya no sabía que hacer con su hija
para que estudiase más, porque entre semana no salía, estaba todo
el tiempo en casa y, por las malas notas, le había prohibido salir
el fin de semana. Sólo mantenía los sábados por la mañana en que
su hija iba a un centro cultural a hacer unos talleres con amigos y
le gustaba mucho, pero la acababa de borrar.
Hace
algo más, unas semanas, otra madre me contaba algo parecido y me
decía que acababa de quitar a su hijo adolescente del equipo de
fútbol, que era lo único que le interesaba y ya no le iba a dejar
volver hasta el curso que viene.
Ahondando
en el tema otra madre más me decía que tiene a su hijo castigado
con no salir y con no utilizar internet, videojuegos y demás. Así,
cuando ella se va al trabajo por la tarde se lleva en el bolso el
mando de la wii, el mando de la tele, etc.
El
problema es que el exceso de castigos a veces se vuelve en contra de
los padres. Hay chicos en el instituto a los que se les va castigando
con no salir determinados días con sus amigos, a no utilizar los
videojuegos, a no estar en tuenti...... y todo va bien. Pero de
repente se le castiga a dejar el equipo de baloncesto y todo se
tuerce. ¿Porqué?
Supongo
que hay que tener cuidado para no pasarse. A veces se puede llegar a
eliminar una determinada actividad que es tan fundamental para el
adolescente que a partir de ahí, todo le da igual.
Me
explico, ¿es necesario que mi primera alumna no pueda ir los sábados
por la mañana al centro cultural? ¿de verdad el segundo alumno debe
abandonar su equipo de fútbol, cuando ya ha sido castigado
previamente con las demás cosas que le gustan? ¿es bueno el clima
entre madre e hijo con mi tercer alumno cuando va cargada al trabajo
con todos los mandos electrónicos de la casa?
El
problema que nosotros vemos en el instituto es que cuando a un chico
le castigan con algo que le gusta suele reaccionar y cambiar. Pero si
esto no ocurre y le castigan con algo más pueden pasar dos cosas,
que sea el revulsivo que buscábamos o que tampoco funcione. Entonces
quizá haya que ir buscando otras maneras, a lo mejor necesitamos
refuerzos positivos en lugar de negativos.
Pero
si le seguimos castigando con las cosas que le gustan llegamos a un
punto “de no retorno” en el que el chico dice que ya le da igual
y es como un bloqueo. Y después es difícil la vuelta, porque un
adolescente enfadado o que se siente injustamente tratado es como una
pared.
Un
adolescente puede estar en casa, castigado, sentado en un sofá,
horas y horas y horas..... Puede estar sin hacer nada casi hasta el
infinito. Puede retraerse sobre sí mismo y no tener interés ni por
comer. Y no le importa. Es la apatía del adolescente enfadado con el mundo, y
entonces los castigos no han servido para nada.
Por
eso, aunque el castigo puede ser en algunos casos un buen método de
presión para conseguir que el adolescente reaccione, se ponga las
pilas y empiece a estudiar, se debe tener cuidado con el objeto del
castigo. Aquí aparecen padres y madres que ya no saben qué hacer,
porque ya han utilizado todos los castigos que tenían, ya no saben
ni con qué amenazar a sus hijos. A veces éstos ya no salen, no se
comunican por redes sociales, no juegan a videojuegos ni ven
tele,...... pero no hacen nada. Y ahora ya
no hay quién les haga estudiar, ahora ya no quieren hacer nada.
Ya
sé que es fácil decirlo y difícil hacerlo, ya sé que a veces no
se sabe hasta dónde se debe castigar, pero...... ¡¡sin pasarnos,
por favor!!! ¡¡Tiene que haber otros métodos!!
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