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domingo, 3 de junio de 2012

La distancia entre profesores y alumnos


La verdad es que siempre ha existido y existe una barrera invisible entre los profesores y sus alumnos. Es lógico debido a la diferencia de edad y sobre todo a la relación de autoridad que unos ejercen sobre los otros, de la misma manera que ese muro se crea entre jefes y subordinados o, incluso, entre padres e hijos.

Pero es muy interesante cuando esa barrera algunas veces cae, cuando ese muro se derrumba y esos dos personajes de la historia se mezclan.

Eso volvió a ocurrir el otro día cuando los alumnos de 2º de bachillerato terminaron su curso. Como cada año, se celebra un acto institucional en el que se despide a los alumnos tras su estancia allí los pasados 4 o 6 años (algunos incluso más....)

A esta celebración asistieron los alumnos que habían aprobado en estos momentos el curso y, por tanto, el bachillerato. Sólo les queda pendiente examinarse de la selectividad y comenzarán en septiembre una nueva etapa de sus vidas, la universidad. A muchos de ellos les acompañaban sus familias y, además, nos encontrábamos un buen número de profesores.

En primer lugar se dirigió a todos la directora con unas palabras de cariño y felicitación, haciendo después lo propio el jefe de estudios. Mucho más emocionante o emotivo fue el discurso de una de las alumnas que titulaban y mucho más cómico el de un alumno que hacía lo mismo. Todo ello estuvo aderezado por la interpretación musical al piano y violonchelo de dos de los alumnos del centro y de la entrega de bandas o becas y la entrega de una foto de grupo y un diploma a cada alumno.

Tras eso el invisible muro se deshizo y profesores y alumnos se trataron, por fin, como personas sin la existencia de ese rango que siempre inmoviliza un poco. Los alumnos, vestidos realmente de fiesta, con chaquetas y corbatas ellos y con vestidos ellas parecían otros. Compartimos todos juntos un pequeño refrigerio (cada año es menor, pero es que me temo que la crisis no perdona) y nos juntamos en corrillos a hablar.

Por primera (y quizá última, aunque espero que no) vez los alumnos desearon hacerse fotos con nosotros, hablamos de experiencias pasadas, hablamos de planes, comentamos sueños y sobre todo nos contagiaron ilusión por el futuro.

Finalmente fuimos a cenar juntos y, cuando los profesores nos retiramos a una prudente hora, ellos continuaron su fiesta.

Y una vez más, fue bonito. Porque nosotros les vemos crecer, llegan con 12 años y se van con 18, llegan como niños y se van como adultos, llegan con miedos y se van seguros de sí mismos, llegan a nosotros sin plantearse nada y se van cargados de sueños. Aquí les ocurren muchas cosas, se hacen mayores, maduran, lo pasan mal, lo pasan bien, hacen amigos, los pierden, descubren el amor y también lo vuelven a perder, se hacen responsables, o no,.....

La única pega, que no asisten los alumnos a los que les queda algo pendiente para septiembre, que serán los que aprobarán a escondidas, sin fiesta, sin traje, sin discursos y sin cenas.... Y es la única pega porque todo lo demás lo han hecho igual y merecerían salir del centro también por la puerta grande.....

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