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miércoles, 20 de junio de 2012

Las características o rarezas de los profesores


Vaya por delante que no se trata de ninguna crítica y que, además, soy profesor vocacional y orgulloso de serlo. Pero eso no quita que crea que somos un colectivo un poco especial.

Tras ser profesor durante más de una década y convivir estrechamente con mis compañeros creo detectar determinadas particularidades en un profesor medio español que imparte sus clases en un instituto madrileño. Y esas características no tienen necesariamente que ser ni mejores ni peores sino consecuencia del trabajo que realizamos.


Allá van algunas de “nuestras rarezas” o características:

1).- El profesor es, en general, muy “cultureta”. ¿Qué significa esto? Que acude siempre que puede a conciertos, museos, exposiciones, representaciones teatrales, etc. Y lo hace considerablemente más veces que los trabajadores de otros gremios. La razón, el profesor lleva habitualmente a sus alumnos a estos eventos, por lo que prefiere verlos él antes. Además realiza visitas culturales con alumnos y otros profesores, por lo que sabe lo importante que es preparar una visita previamente y conocer lo que hay que visitar al llegar a una ciudad o a un museo. Por si fuera poco todos estas actividades pueden repercutir positivamente en la manera de impartir sus clases, lo que le sirve de aliciente. En resumen, un instituto es un ambiente cultural y el profesor lo cuida. Ah! Y nos hacen descuentos en exposiciones, museos, etc.


2).- El profesor suele ser un poco “pesado”. La razón es que nosotros hablamos, hablamos y hablamos. Tratamos de contar lo que sabemos, nos vemos obligados a repetirlo muchas veces, bien porque tenemos varios grupos o clases del mismo nivel o porque detectamos que algunos de nuestros alumnos no nos han entendido. Por ello, tendemos a explicar mucho algunas cosas que son evidentes y eso nos convierte, a veces, en un poco pelmas. Dicho con cariño. A mí me lo dicen muchas veces en casa.
Ah! Y según vamos repitiendo las cosas cada vez subimos más el volumen. Hablemos con quien hablemos. Lo hacemos sin querer, pero......


3).- El profesor suele tener una percepción “muy particular” de sus clases, de su manera de impartirlas, de su forma de trabajar. Pero a veces esa sensación no es muy real, y sin embargo es difícil de modificar. El problema es que no es contrastable, por dos razones. La primera que excepto nuestros alumnos nadie nos ve trabajar y la segunda, que ante estos tenemos una posición de autoridad que nos confiere ser el profesor.

4).- El profesor es muy “independiente”, es como Juan Palomo, “yo me lo guiso y yo me lo como”. De toda la vida se ha dicho que “cada maestrillo tiene su librillo”. Traducido y conectando con lo anterior, nadie controla mi forma de trabajar, y eso no es bueno. Como ejemplo, yo aprobé mi oposición en el año 1996, tuve un curso de prácticas y, desde entonces, nadie me ha visto dar clase. Salvo mis alumnos, claro. Honradamente creo que doy bien las clases, pero... es sólo mi percepción.... ¿Y si lo hago mal? ¿y si estoy tarado?


5).- El profesor se mantiene “joven”. Es cierto, el trato constante con adolescentes y la formación permanente nos mantiene más jóvenes y saludables que en otros trabajos. Pero con una particularidad, algunos se mantienen jóvenes y otros es que no se dan cuenta de la edad que tienen.
La razón es que tu creces y tus alumnos no. Si empezaste a los 26 años a dar clase en grupos que tenían 16 años estabas muy cercano a ellos. Pero cada año que transcurre tu tienes un año más y ellos siguen teniendo 16. Te cambian los alumnos. Después tu tienes 36, y 46 y....... pero tus alumnos siguen teniendo 16. Y eso es bastante extraño, porque nadie crece en tu trabajo, en tu aula, a tu alrededor. Pero no se debe olvidar que..... tu sí.

Bueno, creo que con estas características generales lo dejo por hoy.

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